Hoy ya no hay más vuelos, ni alas, ni pasaporte o visa vigente en este aeropuerto.
Todos los vuelos salieron a su destino, las salas de espera se encuentran desoladas, llorando entre sombras de lo que pudo ser su espera maniatada.
No quisiera aceptar que aún te esperaba, que a mi acto de olvido más heroico se le habían quemado las alas;
que jugando con mis canicas, se quedaron unas cuántas atrasadas, escondidas en el recoveco del lado izquierdo de mi cerebro.
Te volviste bruma, camouflaje y fuego.
Te convertiste en soldado de mi guerra eterna, condenado a galeras de mis archivos.
Y te arrastraba, como se arrastra la cobija de un niño que no quiere soltar.
Te reimprimí más de 6 veces en mi alma, copia carbón y copia a color, por si algo se olvidaba.
Supongo que también te inventé, entre mis sábanas y sueños; entre lo alto y lo convexo.
Y juré nunca más volver a ser tuyo cuando aún lo era siendo de todas,
y extrañarte estaba enterrado en lo más hondo de tu altar.
Hoy que tengo la mano sin tinta y la pluma cansada,
Donde aún esquivo miradas y repito mis ansias,
Desde mi cielo, tal vez desde mi infierno e incluso entre mis letras,
En mi mirada, reflejada en mis sueños o quizás en las esquirlas de mis batallas,
Te regalo mis puntos finales o seguidos, en esta historia a la que que le sobran puntos suspensivos.