Siempre cuestionaste mi vida y mis libertades amorosas, aquí tienes algunas verdades:
Hay formas de morirse de hambre...
Trato de luchar contra eso, con la idea de no hacerlo en forma correcta y tomando las cosas de la forma más fácil o a nuestro alcance, se pueden sufrir dos clases de bulimia, la alimenticia o la espiritual, en algunos casos caemos en ambas. En la segunda uno experimenta hambre de amor, de cariño, de comprensión, de acercamiento, de seguridad, de todas esas cosas, que te hacen sentirte identificado con los demás o parte de algo.
Cuando uno se siente encerrado entre esas carencias, medio muerto de hambre, entonces se devora el amor a grandes mordidas, se contiene hasta el aliento para no derramar ninguna gota, ningún pedazo, amarrándose las tripas para poder sentirse satisfecho, pero eso no importa, uno no para, uno no se detiene, hasta que se empacha en esa entrega enfermiza, de tragarse a alguien que te ofrece su ser de una sola mordida...
Después llegan los remordimientos, los dolores, los temores, los fantasmas, los miedos, la realidad y te das cuenta que esa forma de llenarte hasta el tope hace que te derrames en cualquier parte y te quedas vació, te quiebras entonces en el piso, para que alguien venga a parcharte las cuarteaduras, pero ya nada es igual, te derramas por esos abismo que te va dejando la experiencia, te derramas al tratar de llenar hasta el tope tus expectativas, por tener aunque sea un instante tus carencias cubiertas, pero el cuerpo como el espíritu tienen limites. Y cuando llegas a ellos terminas vació porque tu cuerpo no alcanza, hasta el día en que tus cicatrices son irrestaurables y solo queda la muerte como libertad.