sábado, 29 de julio de 2006

Retratos de historieta


Me hundí en un charquito mirando tu reflejo en el agua,
el reloj censuró el tiempo escondiendo las manecillas en tus labios.
Jamás dudé de tus mentiras,
mi lengua atorada en la garganta evitó sugerir lo que pensaba;
y el silencio sólo se volvió más espeso.

Mis dedos,
prisioneros en un purgatorio de papel,
aprendices del luto ceñido a mi cuerpo,
Murmullos ahogados en mi espalda con inmunidad al opio que emana tu boca;
gotas de sudor rodando sin rumbo.

Preferí el anonimato de quien ama a deshoras,
del que espera la noche para desgarrar el día con palabras.
Traté de culpar la realidad que cobijaste entre los dientes,
pero tus uñas fermentadas marcaron el camino al ombligo que fue tu oasis.

Tengo el cuerpo escondido en una esquina y los demonios que engendraste en tu mente;
tengo tanto y he aprendido tan poco, que solo queda la costumbre y tu remanso.

Aprendí a mentir a la desesperanza,
envenené mi daga con las palabras más dulces
y tu nombre encadenado entre las letras.
Desenfundé de mis dedos ríos de palabras huecas,
y a uno se le va la vida entre navajas.

Infiltré en tu mente cada escupitajo que la ausencia pretendía esconder,
pero alguien cortó las alas de mis ángeles y no pudimos volar.
Las sienes se volvieron primitivas esperando un presagio,
conduciendo a donde no cabía mi existencia.

Quien dice que el amor es la prefiguración perfecta,
vivo con tu fantasma rondando entre carroña y el hemisferio opuesto a tu cabeza.
Anudé en tu pelo las grietas que se clavaron en mis ojos,
colgados los proyectos inconclusos que no tuvieron pies ni cabeza.

Así decidí burlar el tiempo,
construyendo puentes extensos para llegar a ningún lado,
entretejí los polos de tu ausencia con un par de amarres marineros;
dediqué mis madrugadas de insomnio a tu recuerdo,
recolectando momentos indelebles fulminados en la cama.

Las hojas del calendario saturadas de bocetos,
pretendía dibujar en ellas figuras que hablaran más que las palabras;
pero ningún lenguaje supo describir nuestra historia.
El tiempo se comió mis ojos cuando aún veía,
y los amores se resumieron en torcidos cuentos de hadas.

Yo nunca entendí la vida en brazos de la muerte;
viví tejiendo telarañas donde sabía que no resistirían
y cualquier domingo caeríamos.
Te quiero, y duele tanto sentirse pasajero de un viaje en utopía de volverse perfecto.

Te perdí entre campañas publicitarias y análisis minuciosos,
buscando el gramo de constancia que derritiera en pedazos el presente.
Volviste a mis ojos arriesgando el todo en un beso,
posándote como artilugio disponible entre las pasarelas.

A veces debería desahuciar al corazón y sus entrañas para saborear como sanguijuela su sangre.

Tal vez el aliento sea la última de las canicas que perdí mientras jugaba,
merodea en los recovecos reclamando,
pero las esperanzas están muertas.
Siempre tuve en el puño la habladuría del mundo,
en mis ojos reposaba el heredero de la irreverencia inconforme.

Y yo gritaba por dentro mientras te detenías a medir el pulso,
sofocando los demonios gélidos de mi habitación.
Sugeriste la calma y protección del útero de mi madre;
tu presencia bastaba para asegurar el presente.

Así apareciste como noticia trasnochada,
sólo dejando rastros de una historia inconclusa,
con más respuestas que preguntas para prensar el tiempo en una lágrima.
Utilizando la goma del olvido quitaste el luto de tu ausencia,
Y decidiste esperar en la coyuntura de mis labios.

El desvelo regaló un manojo de esperanzas,
y guardo en la libreta un silencio por cada verso.
Quiero jugar escondidas con la tristeza,
tatuar un letrero de acceso restringido al corazón;
romper con las distancias y encontrarte cerca,
saberte la protagonista de este corazón.