lunes, 13 de julio de 2009

El teatro de la distancia

Existe una media constante entre ausencia y soledad que me asosiega,
El trato que no cuenta con juez ni balanza,
La luz retórica que me aconseja que no te vuelva a ver,
Las miradas perdidas en la esquina de mi casa, de las escaleras que deshice con mis pasos.

Me joden las distancias, los lugares grises donde ya no escucharé esa voz,
Las mil veces que intenté razonar con ella y todo lo que ha sido de mí,
Hubiese deseado hacerle saber que sin ella, necesito miles para armar mi rompecabezas...
Pero no accedió, el reloj había caído al piso a causa de un paro cardiaco;
El cuento de cenicienta ya había pasado de la media noche.

Me reciclé en nubes de algodón, en pasos largos con huellas color plata;
Volé tan alto y lejos como pude usando de combustible toda la cordura y tu ausencia;
Maniaté la garganta a mi infierno y me encontré atrapado en mi bolsillo en forma de un viejo libro, deseando haber nacido en coordenadas distintas.

Quizás valdría la pena degollar al dragón y terminar con este estúpido cuento de princesas,
Beber la sangre y llenarte de ella, hacerme víctima de mis amoríos con las sombras;
Guardar bajo llave los lentes que necesito y los rastros de aquel viejo camino a casa.

Soy yo la locura.
Ciclón de cólera después de un mal sueño enfermo de deseo,
Espalda cansada de cargar con las veces en que debí confesarme con la luna y no lo hice,
del aliento enfrascado como parte de un boquitín contra huracanes.
Fiel a mi tonto ritual de enamorarme de ti aunque no estés,
La soledad soy yo, diciéndote al oído que no te volveré a ver.

Rozando el peligro de tus metáforas plasmadas en un libro...
Cronos habita en estas páginas que aún no están escritas.