
A él a veces le da por creer en las promesas de unos labios alquilados, y cambiar lo que tiene por lo que recuerda…
Polígamo: Con la insatisfacción integrada a su ADN, bien llamado “cazador de sirenas” siempre tejiendo sus redes naranjas y amarres oceánicos, no sé si por tratarse de un clásico de su género; el ganar “trofeos” y romper los records, o es que se siente sólo y sufre y no necesita amar, sino que lo amen.
Niño-hombre: Vestido de una falsa humildad, cortés porque siempre resulta conveniente para sus fines, de un carácter exacerbado por los años, consiente de que su simpatía es la llave que le abre todas las puertas y le permite entrar en cualquier lugar, aunque en realidad pertenezca a la vieja orden masculina, un modelo antiguo, tipo rudo de rasgos firmes y decididos, de sutil atractivo cavernícola.
Amante: De los imposibles (tiene que haberlos para que crea que puede lograrlos), apasionado, sensual, conocedor de las estructuras físicas de la mujer, sin fórmulas absolutas, seguro de su arte, de que puede llevar a viajes astrales sin regreso.
Inseguro: de que en verdad puedan amarle, por él, por como es, porque lo es, debido a las heridas de antaño, por las cicatrices que el mismo abre para no olvidar… y me pregunto quien lo lastimó, quien le marcó el camino de un “coleccionista” teniendo a tantas y al mismo tiempo nada, quien lo negó y convirtió en “mejor” el rechazo de decir: no te quiero, de negar un amor. De ahí que no le gusten los cobardes, de ahí que sea un niño que se esconde en un millón de caretas, de ahí que finja bien, y maquille su dulzura provocando fundirlo en un abrazo para decirle que todo estará bien.
Gran empresario: Fiel al trabajo lo que define como “sagrado” en su vida, se motiva con razones más grandes que su realidad, sus sueños, domina las fórmulas, siempre dispuesto a aprender de las conveniencias, se conoce, y conoce a sus rivales, aprovecha todas y cada una de las oportunidades, nunca derrocha el dinero, lo invierte en valores materiales o etéreos, autodidacta, exigente y capaz, al que nunca se le acaba la charla, siempre tendrá algo que decir.
Inteligente: Mucho, más que el promedio, mentiroso y evasivo; sus fines justifican sus “miedos”.
Atractivo: aunque en realidad no lo cree, seguro de que tiene la razón… sin razón y si no, la arrebata, la mayor parte del tiempo hechizando las noches.
Noctámbulo de Marte: lleno de noches vacías, de luces neón, de labios comprados, de corazones rotos, sueños perdidos, dividido en mil disyuntivas, de lo que se pregunta, de lo que quisiera saber aunque tema los detalles.
Manipulador: Con extraños juegos: se divierte torturando con verdades… tiene tantas cosas buenas, tantas que no cree, que no sabe, que no ha visto, que quizá nadie le ha dicho aún, que un día otros labios le expresarán.
Polígamo: Con la insatisfacción integrada a su ADN, bien llamado “cazador de sirenas” siempre tejiendo sus redes naranjas y amarres oceánicos, no sé si por tratarse de un clásico de su género; el ganar “trofeos” y romper los records, o es que se siente sólo y sufre y no necesita amar, sino que lo amen.
Niño-hombre: Vestido de una falsa humildad, cortés porque siempre resulta conveniente para sus fines, de un carácter exacerbado por los años, consiente de que su simpatía es la llave que le abre todas las puertas y le permite entrar en cualquier lugar, aunque en realidad pertenezca a la vieja orden masculina, un modelo antiguo, tipo rudo de rasgos firmes y decididos, de sutil atractivo cavernícola.
Amante: De los imposibles (tiene que haberlos para que crea que puede lograrlos), apasionado, sensual, conocedor de las estructuras físicas de la mujer, sin fórmulas absolutas, seguro de su arte, de que puede llevar a viajes astrales sin regreso.
Inseguro: de que en verdad puedan amarle, por él, por como es, porque lo es, debido a las heridas de antaño, por las cicatrices que el mismo abre para no olvidar… y me pregunto quien lo lastimó, quien le marcó el camino de un “coleccionista” teniendo a tantas y al mismo tiempo nada, quien lo negó y convirtió en “mejor” el rechazo de decir: no te quiero, de negar un amor. De ahí que no le gusten los cobardes, de ahí que sea un niño que se esconde en un millón de caretas, de ahí que finja bien, y maquille su dulzura provocando fundirlo en un abrazo para decirle que todo estará bien.
Gran empresario: Fiel al trabajo lo que define como “sagrado” en su vida, se motiva con razones más grandes que su realidad, sus sueños, domina las fórmulas, siempre dispuesto a aprender de las conveniencias, se conoce, y conoce a sus rivales, aprovecha todas y cada una de las oportunidades, nunca derrocha el dinero, lo invierte en valores materiales o etéreos, autodidacta, exigente y capaz, al que nunca se le acaba la charla, siempre tendrá algo que decir.
Inteligente: Mucho, más que el promedio, mentiroso y evasivo; sus fines justifican sus “miedos”.
Atractivo: aunque en realidad no lo cree, seguro de que tiene la razón… sin razón y si no, la arrebata, la mayor parte del tiempo hechizando las noches.
Noctámbulo de Marte: lleno de noches vacías, de luces neón, de labios comprados, de corazones rotos, sueños perdidos, dividido en mil disyuntivas, de lo que se pregunta, de lo que quisiera saber aunque tema los detalles.
Manipulador: Con extraños juegos: se divierte torturando con verdades… tiene tantas cosas buenas, tantas que no cree, que no sabe, que no ha visto, que quizá nadie le ha dicho aún, que un día otros labios le expresarán.
“Sólo los que aman saben decir: tú”.