Descubrí una conciencia intranquila, ferviente de deseos por volverse protagonista de una historia que ya no acepta más primeras personas; del creciente miedo mal encarado al olvido, a pasar como hoja seca en otoño para ser arrastrado al final por el viento, como otras tantas, incontables, innumerables páginas que recorren mi cabeza, buscando darle un sentido a esta impostación de sentimientos vacíos y traicioneros (más la segunda que la primera), llenos de grietas, torcidos como la misma noche en que me envenené con tus labios y te negué en mi espalda, como la marca que dejaste en mi cuello cuando tatuaste 'para siempre' en tu frente.
Me diluí en estrellas la noche misma en que erguiste tu piel como semblante, cuando decidiste que debía ser yo quien preñara la luna para dar paso a la noche; invadiste mi esfera con la responsabilidad de saberme el primero, de querer mantenerme como parte de éste duelo de sangre, por querer incluso masticar mi lengua cuando dije que no, por todo el dolor que lijaste en mi espalda y diste forma a tu nombre, incluso con toda la ternura con que me invades y las carcajadas que proyectas en mis ojos, porque a veces me provocas comportarme como un niño, descubriendo el mundo en un plato de risotto, jugando a dibujarte un mañana juntos con un eterno entre líneas.
Hoy me encuentro meditando en secreto, dirigiendo la punta de mi pipa a la sensatez de lo incierto, sabiendo que callaré incluso aquellas cosas que me griten al corazón, porque la historia se convirtió en un manojo de nervios, cronología infestada de terceros que mueren porque la llama se apague, con la seguridad de encontrar verdad incluso en tus llamadas mentiras y bromas, inundado con la certeza de que mañana nos lloverá la tierra.
¿De qué planeta vienes, extraña? ¿Cuándo y cómo desquebrajaste la fe de mis piernas para no correr? Deberás saber que la misma noche que provocaste el incendio de mis alas, mis demonios salieron a flor de piel, aullando a la luna en 22 y el sabor a chocolate espeso entre dientes; utopía que se estrella en un fin de semana danzante, rebosante de alcohol y sueños que invitan a no dormir, a estallar en mi soledad y pisarte los pies.
Porque decidí derramarme en 5 litros de sentimiento y quedarme vacío, sin secretos. Primavera ven, y cúrame el invierno... No me quiero ver relamiendo las heridas que yo mismo abro para no olvidar... Yo bailaría contigo, pero es que estoy sordo de un pie.
1 comentario:
Lo peor no sería quedarse sordo de un pie, sino cojo del corazón. Cuando ése deje de andar, entonces todo sobrará y no será ya necesario: los silencios no escuchados, la escritura desafiante y subversiva que condesciende con ese otro tú que eres yo, la juventud añosa que se te agolpa de pronto y te remite al futuro que recién dejas atrás, las ganas de abrazar con los dedos de una mano el orbe que gira en torno a ti, la sabiduría robada a los que ya no saben nada, el abandono al que te dejas cuando una silueta da forma a tus sábanas revueltas y tú sabes que no hay nada.
ArYi
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