Hoy, volví a sentir dolor, ardor, fractura, dudas... esas que conforman piedras que ruedan e incomodan las pisadas, que se tornan arena y aun así lastiman... que un día serán polvo... como mis huesos; en las canciones que reciclo en mi conciencia, egolatría de saberme capaz de inducir 12, 24, 48 muertes en un instante.
Pensé en el millón de pasos recorridos, descalzo, con los tableros empañados bajando estrellas, en un intenso olor que retrae la memoria y le da vida a mis dedos, danzante de la inconformidad de una sola mano sorda, buscando el dolor en una espalda marcada por mi lengua; orígenes que deshacen mis teorías, que vuelcan mi mundo en dos mitades que se buscan pero no se encuentran, jugando a ser dioses y plantar estrellas.
Descifré el sentido de ciertas palabras, la prostitución de los escritos, la verdad en la mirada, la espera inoportuna, los trazos chuecos de miradas lascivas, el mar de deseos anclados en mi puerto, el intento de imitación estúpida de un rastro donde yo siempre seré el primero, lo que representa un océano en mi mirada; porque ser el primero, es lo que lo vuelve exclusivo.
Porque las armas que labraste en mis manos para no dejarte escapar, darán paso a una vida de implacables comparaciones, un supradol bajo la lengua que incendie los recuerdos para erradicar el dolor; drogadicta de besos robados a deshoras, trastorno de un revólver cargado que usarás para olvidar un cuerpo a tamaño y semejanza, pisadas que se asemejan al amor.
Y quisiera decir todo lo que quiero y hacer todo lo que esperas, pues el mundo es tan pequeño y los recuerdos tan largos... Que en tierras lejanas me resuelva las filias y tus miedos, y al fin me de un nombre y apellidos. Pilar de reciprocidad hundiendo el mundo en un suspiro, con las notas de una canción torcida que hable de ti y de mi.
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