Estaba hecha de mucha oscuridad, pero al mismo tiempo de mucha luz, como si se hubiera revolcado durante miles de años en la espuma del mar, en las estrellas, en la arena, en las sombras y de pronto se me hubiera aparecido así, casi perfecta, casi diosa, casi animal. Me acordé de su aliento a Marilyn Monroe. Mi cuerpo estaba impregnado de ese olor a rosas rojas y violetas en medio de la turbina de un DC-3 plateado en una noche de lluvia. Con la tristeza de saber que nunca podría tocarla, que el desierto del Sahara está más cerca de mis labios que sus besos.
¿A que te huelen lo sábados? Los míos huelen a brandy y rosas podridas, dejándome llevar por el olor a tabaco, por el perfume del cuello de mi adicción, por ese desasosiego que emanaba de sus palabras, el deseo vuelto risa impregnado de sal marina... la luz, rompe la noche mostrando todo, y yo envuelto en ganas, amando a distancia, esperando que no todo haya sido un sueño.
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