miércoles, 22 de septiembre de 2010

Contornos de una noche minúscula


Flashback irreverente que me invita a probarte, tomarte sin medida, desnudarte a gajos con la mente y besarte hasta que tu boca se convierta en un desierto. Rasgar tu ropa y fundirme en un oásis de ti, marcar un tenue sendero de saliva, que indique el camino de regreso hasta tu cuello.

Contorno maravilloso de tus piernas cortando el aire como tijeras.
Ayer soñé tu nombre, y tus palabras acariciaban mi mente en un torrente de sentimientos oscuros, el perfil de tu cuerpo se deslizaba en mi, como cualquier literatura arrolladora.

El aire portaba tu olor corporal, una ráfaga, algo que penetró dentro de mí.
La lujuria entonces invade, huella de sudores pasados, momentos de placer perdidos...
Tu boca y la blanca disciplina de tus dientes caníbales, en llamas,
Sitios donde el tiempo no transcurre, valles que sólo mis labios conocen; desfiladero de la luna que asciende a tu garganta,
Cascada petrificada de la nuca,
Alta meseta de tu vientre,
Plata sin fin de tu costado.

Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos, como la espalda del rio a la luz del incendio; aguas dormidas golpean día y noche tu cintura de arcilla y en tus costas, inmensas como los arenales de la luna, el viento sopla por mi boca y su largo quejido cubre con sus dos alas grises.

Las uñas de los dedos de tus pies están hechas del cristal del verano; entre tus piernas hay un pozo de agua dormida, bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo de espuma, cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro, boca del horno donde se hacen las hostias, sonrientes labios entreabiertos y atroces, nupcias de la luz y la sombra, de lo visible y lo invisible.

De noche toqué tu carne desnuda, mi lengua deambulé por todas tus partes. De este modo iba y venía por el nudo de tu boca, e imitaba los convulsionantes movimientos de la marea, arremetiendo incansable a su paso, impregnando de mi todo tu cuerpo.

Piel empapada, tendida en la cama, placer inundando océanos azules; viaje al mundo infinito, la quimera del placer, barco de sensaciones efímeras... placer, en su forma más mortal.

Las paredes atónitas lo comprendieron todo y guardaron silencio, afuera los jardines gemían de impaciencia. Luna, hierba, silbidos, y vibrando nerviosos los pétalos resecos, observadores que latían y ardían, en los magros contornos de una noche minúscula.

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